Aquello era el cielo

El hermano Jacob (1860) se inicia con una cita de La Fontaine que advierte contra los falsarios y usurpadores: a través de la peripecia de David Faux (que, de aprendiz de pastelero, aspira a ser un gran personaje en las Indias Occidentales, adonde emigra tras robarle los ahorros a su madre) y de su hermano, el idiota Jacob (que, de pura gratitud, se erige en su imprevista Némesis), se erige una fábula recta e hilarante a la que se aplican con brillantez los amplios recursos de la técnica realista.

Es la noche de San Valentín, pero, en lugar de festejar, el mundo está muerto. El potente y cruel demonio Sinfan aterriza en la última isla que queda por explorar, en la esperanza de encontrar a alguien para beber e infectar con la toxina de la locura. Está cansado y comienza a delirar, como un mortal común y corriente. Todavía no imagina que aquella catástrofe sea una venganza de amor y que alguien lo está esperando, en la luz de la luna moribunda.

"¿Un viajero? ¡Excelente! Pero creo que tú y yo ya nos conocemos, ¿no? Bueno, tanto da. Supongo que estás aquí por lo mismo que la última vez: aventuras, aventuras y más aventuras ¿verdad? Sí, sí, sí, por supuesto que es eso... ¡Ah! Veo que ya has hecho tu elección. Déjame ver, anda... ¡Vaya! Así que “El Regreso del Heredero”, ¿eh? No es poca cosa lo que tienes entre manos.. ¿Qué que te espera? Ay, viajero. Si yo te contara... ¿Leyendas? Una como pocas... ¿Un mundo nuevo a descubrir? ¡Claro, amigo mío! ¿Anillos, señores, tronos y juegos? Bueno, eso son otras...

Mantas de Verano nos adentra en la ciudad de Cartagena, donde lo legal e ilegal se funde en un maremágnum de sentimientos encontrados. ¿El deber o la razón? ¿Resignación o lucha? Dos personas con vidas totalmente diferentes, se encuentran por casualidad, a partir de ese momento se irá forjando una profunda amistad. ¿Casualidad o destino?