Deuda de honor
A Tamara, el Viejo, le tocó conocer el rigor de las desdichas. En sus buenos tiempos se constituyó en el patriarca de uno de los clanes que recorrían la tierra de nadie. La prosperidad le rodeaba; disponía de muchas bestias conducidas por una muchedumbre de hombres, mujeres y niños, todos de una misma sangre. No le arruinó su mala cabeza, sino la mala suerte que en él se cebó con saña. Soplaron vientos de muerte en el desierto y una plaga feroz acabó con los rebaños y con las personas. A su gente que fue multitud, cabía contarla, con sobra de dedos, con los de las dos manos, y sus ...