Cuando muere el hijo

Ante la tragedia del suicidio de un ser querido, no hay que juzgar. Sólo acompañar. En 1983, Abel Posse se enfrentó a un suceso altamente traumático. Vivía entonces en París con su esposa y su hijo Iván. Un domingo cualquiera el matrimonio salió de su domicilio para comprar un regalo para un amigo; a su regreso se encontró con lo indecible: el suicidio del hijo. Tuvieron que transcurrir tres décadas para que algo se removiera en su interior y Posse asumiera el desafío gigante de escribir un episodio tan desgarrador. "Durante 26 años no le dije a nadie, ni a mi hermana ni a mis...